martes, 12 de noviembre de 2019

Paul Friedlander




Paul Friedlander lleva más de dos décadas investigando toda clase de tecnologías y procedimientos con el fin de hacer de la luz una materia maleable y flexible que pueda adquirir cualquier forma y volumen.
Las «esculturas cinéticas de luz» de Friedlander son deudoras del trabajo de otros grandes nombres que le han precedido en el arte de la luz o de la cinética, desde László Moholy-Nagy hasta Flavin o Turrell, aprovechado los sistemas informáticos de control de iluminación para resaltar la impresión de incorporeidad y dinamismo de sus esculturas.





Aunque obras como The Wave Equation o The Energy Core no sean estrictamente hologramas, lo que el espectador descubre al situarse frente a ellas son grandes formas incorpóreas en movimiento, suspendidas en mitad del aire, que al girar sobre si mismas dotan a la luz de una tridimensionalidad que no estamos habituados a contemplar en el espacio físico inmediato.
En sus nombres, las esculturas cinéticas de luz de Friedlander suelen hacer referencias a distintos aspectos de la ciencia moderna, desde la física cuántica hasta la teoría de cuerdas. Sin embargo, su construcción estética y la recepción de su trabajo por parte de sus espectadores remite inevitablemente a lo espiritual y lo mágico. Al fin y al cabo, los elementos físicos en los que se sustentan las esculturas de Friedlander quedan ocultos por el misterio de un básico pero impactante efecto óptico.
Como muchos otros creadores que han desarrollado su carrera en la encrucijada entre arte, ciencia y tecnología, Friedlander sitúa su trabajo en un espacio híbrido.
Por una parte, sus obras descansan sobre la amplia tradición del arte cinético del siglo XX, que no duda en reivindicar. Pero, además, el británico no puede desvincular su trayectoria de la disciplina de la iluminación escénica a gran escala en la que inició su carrera y que ha sido en las últimas décadas un factor decisivo en el desarrollo de la tecnología lumínica.
La herencia plástica de una y los procedimientos de la otra han permitido a Friedlander desarrollar un cuerpo de trabajo instantáneamente reconocible.
El trabajo de Friedlander es también un ejemplo de cómo la investigación científica puede expandir el vocabulario expresivo de los artistas hoy, para permitirles modelar la realidad física y crear imágenes que antes hubiésemos pensado solo posibles en el terreno de la imaginación y lo onírico.
Las obras de Paul Friedlander han sido mostradas en varios ArtFutura en Barcelona, Buenos Aires, Madrid y Montevideo. así como en la exposición “Máquinas&Almas” (Museo de Arte Moderno Reina Sofía de Madrid 2008) y en “Criaturas Digitales” (Roma 2017).









A parte de que el trabajo de Paul Friedlander (1951) tiene la evidente ventaja de visitar tanto museos de arte como de ciencia, estas esculturas luminosas y cinéticas ostentan una conexión hecha de luz, movimiento, sonido y color, sin necesidad de que éstas sean por completo un cuerpo sólido aunque sí visualmente nos recuerde, por ejemplo, a las burbujas.
Ante todo, él presenta una cuerda (en otros casos, piezas diversas) tensada del techo al suelo, la cual oscila gracias a un motor hasta el punto de ceder el paso a la luz que se descompone en colores, incluso en imágenes de fórmulas matemáticas u otros patrones. Ello desemboca en un agasajo visual y, en muchas ocasiones, sonoro; genera forma e iridiscencia pero también demuestra que la luz puede ser una materia maleable convertida en arte.


Aunque muchos disfrutan de detallar la labor que el británico realiza de la mano de la física e ingeniería desde los años ochenta, éste tiene más que ofrecer que una misma pieza producida en masa con colores bonitos y mucha tecnología.

Friedlander establece un enlace entre el arte y las ciencias aplicadas; entre la creación artística de principios de siglo XX, mediados del mismo y la actualidad; entre la pieza y el espectador que se vuelve participante; y entre lo humano y lo celeste.

La primera unión es evidente, la segunda se vislumbra por el juego con la luz y la imagen producida por los giros, una ilusión óptica, un juego visual sea influencia del húngaro László Moholy Nagy o de los estadounidenses James Turrell y Dan Flavin, quienes también trabajaron con la luz como principal recurso para sus obras, sin embargo, en el caso de este inglés, la cuerda y otros elementos como cristales, pantallas, proyectores y hasta el sonido de los motores también son elementos importantes para modificarla. Es más, ambiciona el uso de la computadora y software específico para controlar la escultura y crear proyecciones en 3D.

No hay comentarios:

Publicar un comentario